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Arqueólogos encargados de inventariar, conservar y catalogar el patrimonio arqueológico subacuático de diferentes comunidades autónomas ofrecen datos que avalan la tesis de que España es el país con más riqueza patrimonial marítima del mundo.
En el siglo XVI España fue un país volcado al mar, con flotas permanentes en todos los océanos del mundo, con barcos que hacían un circuito comercial mundial desde la China, desde Filipinas pasando por Mexico y que llegaba a Europa y eso en base a barcos y marinos españoles.
Así se expresa el arqueólogo Miguel San Claudio, a quien la Xunta de Galicia ha encargado el inventario del patrimonio en sus costas y que en la actualidad hace una prospección en el parque nacional de las Islas Atlánticas.
«Las autoridades españolas encargadas de velar por el patrimonio no hacen sus deberes. Se sabe donde están cada uno de los pecios, todo está en la literatura, no hay más que leer, y sin embargo no se toma ninguna medida para protegerlo», afirma.
Cuando ocurren hechos como la reciente extracción submarina de la empresa norteamericana Odyssey «nos llevamos las manos a la cabeza», pero ahora mismo «la vigilancia es prácticamente cero, no hay un estamento que se dedique a velar por la protección del patrimonio subacuático».
En los años setenta -afirma- se habló de elaborar la carta arqueológica de España pero «no se ha dado ni un paso. Las comunidades empiezan a hacer sus inventarios, porque el patrimonio es de su competencia, pero son trabajos inconexos, de comunidades aisladas. Evitar la acción de los cazatesoros le corresponde al Estado».
Difícil vigilancia
Carmen García de Rivera, coordinadora del centro de arqueología subcuática del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico afirma que se está trabajando en establecer sistemas más eficaces. La guardia civil está cada vez más involucrada pero es difícil -añade- porque «la vigilancia individualizada de todos los yacimientos es poco menos que imposible».
En los últimos diez años a su juicio ha aumentado la conciencia de los buceadores deportivos, y de hecho en la operación Bahía-Geminis (febrero-2006) las primeras noticias de que se estaban produciendo movimientos de barcos extraños vinieron de clubes de buceo.
«Esta desapareciendo el viejo concepto de que lo que me encuentro abandonado en el mar es mío», agregó.
En esta idea coincide Enriqueta Vento, técnico arqueólogo de la dirección general del patrimonio de la Generalitat Valenciana quien afirma que vigilar los expolios «es competencia estatal» y añade que «podemos ser optimistas en cuanto a la concienciación cada vez mayor de los ciudadanos y la excelente cooperación que existe en esta materia con los cuerpos de Seguridad del Estado.
Arqueología contra tesoros
Pero, ¿qué es lo que hay que proteger? ¿qué tesoros albergan esos pecios hundidos?. Los arqueólogos consultados por EFE coinciden en que su prioridad es de investigación científica lejos del codiciado valor monetario que mueve a los cazatesoros.
García de Rivera asegura que cuantificar la carga económica no es su objetivo: «No quiero hablar de arqueología en términos de oro y plata. No analizo el objeto sino la información que me proporciona el objeto. Nuestro interés es cuantificar el valor o la información que ese pecio pueda proporcionar».
Un ánfora -asegura- puede tener mucho más valor histórico arqueológico que cualquier carga monetaria de un buque, dice García de Rivera, para quien hablar de si un barco lleva más o menos oro «es simplificar en una historia de corsarios y piratas toda una disciplina científica que es recuperar información histórica permanece a todos».
La reflotación de los pecios como método para protegerlos de posibles expolios «es otro concepto no arqueológico», dice García de Rivera. «No se trata de recuperar piezas, quiero saber que están ahí para establecer métodos de conservación y protección».
Un vez estudiado, analizado y documentado el pecio, se puede plantear si, garantizando su conservación, es conveniente reflotarlo para su exposición o no, explica.
«El pecio -según la experta- en el medio en el que está generalmente llega a un equilibrio y lo que está tapado se conserva y lleva un deterioro muy paulatino. Yo no puedo acelerar ese deterioro por empecinarme en extraer cosas».
Coincide en este análisis Enriqueta Vento para quien en Arqueología «no empleamos el concepto de «tesoro» sino el de «documento histórico». «El valor de mercado no es nuestra competencia», agrega.
Xavier Nieto, director del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña, opina también que «no entra en nuestro programa extraer tesoros ya que nuestras prioridades son de investigación científica».
Para Miguel San Claudio, nadie puede asegurar ninguna cifra para valorar el patrimonio hundido porque ha habido expolios y algunos no conocidos y por otra lado, las cargas que declaraban lo buques casi nunca eran ciertas. «Hay muchas variables que impiden fijar un precio, pero son muy elevados, estamos hablando de mucho dinero. Prueba de ellos es la actividad de los cazatesoros», sentencia.
El valor económico es el de los metales preciosos, aunque a veces hay barcos cargados de cerámicas valiosas. «Un ánfora -dice- se puede cotizar entre las 200.000 y 300.000 antiguas pesetas. El Mediterráneo está plagado y muchos pecios están expoliados», agrega.
San Claudio está convencido de que el Odissey extrajo la carga valorada en 373 millones de euros de un barco español «tengo la absoluta seguridad de qué barco es y donde se hundió», afirma aunque declina dar más datos.
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