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(Noticias de Gipuzkoa) Anochece. El mar está tranquilo, la marea baja poco a poco. Sólo se escucha el suave sonido de las olas que rompen en la orilla. Se ve algo. Parece que el mar ha arrastrado un objeto a la playa. Se trata de una estructura redonda de madera. Nadie le da importancia, excepto las personas expertas en ciencias marítimas, investigación y arqueología submarina, quienes sospechan que se puede tratar de algo importante. |
La bahía de La Concha de Donostia esconde bajo sus aguas una multitud de tesoros de siglos pasados. Entre los descubrimientos más importantes se encuentran varias embarcaciones hundidas durante los últimos 500 años. Algunas están en ruinas y son casi irreconocibles, pero otras gozan de un buen estado de conservación. Una de ellas, puede que la más conocida, se mantiene en bastante buen estado, a pesar de que se trata de un galeón datado entre los siglos XVI y XVIII. Se esconde en la zona central de la bahía, a una distancia de entre ocho y diez metros de profundidad, justo en frente de los relojes de La Concha, conocida por ello como Los Relojes. Es una embarcación de madera, y expertos en arqueología subacuática como Ana Benito, miembro del departamento de Arqueología Histórica de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, afirman que podría tener hasta 17 metros de eslora y 9 de manga.
Asimismo, destaca otro navío de carga datado también en el siglo XVIII, dentro del cual se encuentran varios clavos y ruedas de afilar, todas ellas en buen estado.
Benito explica que de la época contemporánea quedan los restos de un buque carguero llamado Mamelena , así como dos anclas de hierro de más de 1,5 metros.
Además de los barcos, se han encontrado en la bahía de Donostia varios proyectiles, monedas antiguas, cerámicas, cañones, materiales romanos y anclas de piedra que ayudan a conocer la realidad de la vida marina de los antepasados.
Gracias a los restos cerámicos y las piezas de hierro encontrados, por ejemplo, se pueden comprender las relaciones marítimas que existieron entre la actual capital de Gipuzkoa y América, o los contactos que se establecieron entre la ciudad de Donostia y el Mar del Norte, según informan los expertos.
Los tesoros han tenido que esperar durante siglos hasta ser descubiertos por el hombre. Los primeros en llegar hasta las alhajas fueron los submarinistas aficionados de la zona de Donostia, quienes pudieron cumplir el sueño de cualquier buceador: encontrar un pecio antiguo e investigar por su cuenta.
Buceo Donosti, una de las principales escuelas de submarinismo de la capital, organiza constantes expediciones al fondo del mar del Cantábrico. "En nuestras inmersiones llegamos a puntos clave en los que observamos restos de galeones, cañones de más de dos metros, anclas del siglo XVIII y muchas otras reliquias más", explica Óscar Mayor, instructor director de la escuela de buceo. "Pero siempre respetamos el entorno e intentamos cuidarlo de la mejor manera", añade.
Mayor explica que, afortunadamente, la cultura del submarinismo ha ido cambiando con el paso de los años. "Los buceadores de antes eran como depredadores y robaban mucho, pero ahora se cuida el fondo porque nos conviene, disfrutamos mucho observando sus maravillas", señala.
A partir de la década de los 90 cambió drásticamente la situación. En ese periodo el Centro de Investigación Submarina (Insub) llevó a cabo una serie de campañas de prospección de la bahía con el fin de realizar la carta arqueológica subacuática, en la que se detallaron los hallazgos de la bahía de La Concha. Además, en la misma época, comenzó a ponerse en práctica el control de los expolios con medidas sancionadoras que afectaban, sobre todo, a submarinistas que seguían con la antigua usanza de apropiarse de todo lo que veían en los viajes que realizaban hasta el fondo del mar.
lujo para pocos
Generalmente se ha informado poco sobre los tesoros que se han descubierto en el fondo de la bahía. Son escasas las personas que han podido observar de cerca los misterios que guarda la bahía. Pero todo tiene una explicación.
Los pecios y demás objetos han ido deteriorándose poco a poco a lo largo del centenar de años que han permanecido bajo el agua a causa de las obras de los puertos, de los animales que viven en el agua, de la recogida de algas, y por si fuera poco, existe el peligro de que se produzcan expolios.
Para evitar la destrucción total de estos antiquísimos galeones, la Sociedad Insub decidió hace unos cuatro años cubrir las embarcaciones de Los Relojes y Los Flejes con balasto, una gruesa capa de grava que se suele utilizar habitualmente en los ferrocarriles y que, en el caso de las embarcaciones, sirve para asentar y sujetar el material protegiéndolo de factores externos.
"De esta manera los barcos están protegidos ante los hurtos y los salabardos que se usan para recoger las algas del fondo del mar y que pueden perjudicar negativamente a las embarcaciones", informa Joshan Galdona, técnico de Insub. "Es un novedoso sistema que está funcionando de manera fabulosa", comenta.
Mientras tanto, las investigaciones submarinas no cesan. Especialistas como la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Insub y submarinistas profesionales y aficionados continúan trabajando por seguir la pista de las maderas que llegan hasta la orilla.
Cada objeto que termina en la arena puede provenir de muy lejos, del fondo del mar. Quién sabe, puede que los pecios hallados sólo sean los primeros de una gran colección de embarcaciones que aguardan bajo las aguas marinas, escondidos por las olas.
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