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Son tres: Joan, ingeniero industrial, Joaquín, arquitecto bioclimático, y Jaime, ingeniero naval. Este trío de investigadores asentados en Valencia, además de locos por todo lo relacionado con la náutica -el segundo de ellos va a salir la vuelta al mundo en el verano de 2010 siguiendo la ruta de Magallanes durante cinco años-, creen tener entre sus manos una alternativa al ladrillo y a la destrucción del litoral, e incluso una filosofía de vida diferente a dos millas de tierra: casas flotantes en mitad del mar, completamente autónomas, y por unos 60.000 euros. El único problema, la falta de ayudas o subvenciones para que el proyecto despegue; el resto, ya está ideado.
Todo comenzó a partir de un comentario mientras practicaban submarinismo en Menorca, el verano pasado. El hecho de tener que ir y volver al hotel para cambiar las botellas o lavar los monos de neopreno les causaba una gran incomodad, lo que hizo que se plantearan una pregunta "¿Y si tuviéramos una base, como las que tienen los astronautas en el espacio, pero en el océano?". Dicho y hecho los tres se pusieron a investigar sobre los materiales que se deberían usar para conseguir la vivienda o laboratorio flotante, la forma que debería tener para que la fuerza de las olas no se la llevara, e incluso cómo hacer que toda la energía que necesitara fuera renovable para no depender en nada de tierra firme.
"Tenemos un gran currículo a nuestras espaldas y somos productivos, pero aun así no conseguimos financiación", explicó Joaquín. Este periódico intentó averiguar la cantidad de dinero que las administraciones públicas destinan a este tipo de proyectos sin éxito, a lo que el arquitecto bioclimático respondió que es esa ausencia de impulso e información lo que "obliga a la fuga de cerebros en España".
A pesar de que de momento sólo es una idea, la construcción de la casa flotante puede no ser una utopía (hay varios proyectos de islas artificiales), porque además de estar pensada como habitáculo, también se le podría dar un uso científico o como laboratorio. El material principal sería el composite, que es ligero y muy resistente, y la forma cilíndrica -de 8 metros de diámetro y con capacidad para ocho personas- porque estos dos factores abaratarían el precio un 30%. Además, alrededor de la casa se dispondría un anillo flotante que haría de rompeolas ante la posibilidad de un temporal. El lastre, la aleta estabilizadora y los cinco anclajes la harían firme y estática.
"En el espacio sí que no podremos vivir nunca, pero ¿por qué no en el mar?", se pregunta Joaquin. "El Mediterráneo sería un buen lugar, pero hemos pensado en los lagos de Suiza como mejor opción", explica desde el astillero donde está construyendo Pangea, el barco con el que dará la vuelta al mundo. Según el estudio Gomis Art i Disseny, dedicado entre otras cosas a la construcción de casas flotantes, aunque diferentes, el problema que tienen en España es que las administraciones competentes o los puertos deportivos no dan los permisos necesarios para su instalación, "salvo que sea un bar, una oficina de ventas de barcos o similares", explican. Fuentes del Real Club Náutico de Valencia lo afirman: "Ni damos este tipo de licencias ni está contemplado hacerlo en un futuro. Solo barcos".
Otras cualidades que harían esta casa única, ya que hay viviendas de este tipo pero amarradas en embarcaderos, es que sería 100% ecológica.
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