Dos miradas al mar

Iñigo Manterola (Orio, 1973) y Alfonso Cruz (Terrassa, 1958) miran el mar de distinta forma, con ojos dispares y lugares opuestos. Ambos lo pintan. Manterola se fija en la superficie, en los pesqueros que zarpan y las barcas que descansan en puerto. Cruz, sin embargo, se sumerge hasta lo más hondo para pintar, desde dentro, la magia en silencio que esconde las profundidades del océano.

Hoy, a las 20.00 horas, Torreluzea de Zarautz inaugura una muestra en la que conviven cuadros de los dos artistas. Se titula Miradas al mar, y estará abierta hasta el día 22, entre las 18.00 y las 21.00 horas. Los domingos y festivos la exposición también podrá visitarse por la mañana, de 12.00 a 14.00 horas.

Desde la superficie

El reflejo

A Iñigo Manterola le cuesta imaginar un tipo de vida lejos del viento de costa y las olas del Cantábrico. Todos los hombres de su casa fueron pescadores, las mujeres cosían las redes en puerto, y él siempre ha estado pegado al rastro que deja el salitre. Siendo un niño se atrevió con los pinceles, una profesora descubrió su talante artístico cuando tenía ocho años y, sin esperarlo, su futuro pasó a estar decidido. Estudió dibujo, luego Bellas Artes y empezó a retratar el medio que mejor conocía. Con el paso de los años, su arte ha desembocado en lienzos y tablas de varios tamaños, en los que retrata con óleos diferentes motivos marinos.

Llama la atención en sus cuadros el reflejo del objeto pintado, no traza sólo lo que ve en la superficie, sino también el reflejo que provoca el agua. "Al principio, pintaba cuadros con muchas más cosas, era capaz de dibujar una plaza, la playa, un niño con su balón y todo eso reflejado en el agua; ahora me interesan más los motivos únicos o los pequeños detalles y, por supuesto, los reflejos", explica el pintor. "No puedo trabajar con algo que no conozco, yo vivo y siento el mar, en sus diferentes facetas, y por eso lo pinto", añade.

desde lo profundo

La emoción

Mirar los cuadros de Alfonso Cruz supone encontrarse con el azul en tonos inimaginables, con insinuaciones en forma de estrella, pez, alga o arrecife, y con dibujos de barcos hundidos hace décadas que vuelven a cobrar vida, gracias a la erosión, las plantas y los peces que habitan en lo más profundo del océano.

El creador catalán realiza los cuadros en el fondo del mar, lo hace con óleos de colores y utiliza como soporte un lienzo impermeabilizado con una capa de pintura para piscinas llamada clorocaucho. Utiliza una espátula para pintar y una paleta de aluminio para hacer las mezclas, ya que una de madera se perdería sin remedio en la inmensidad salina. "Ese es el secreto", bromea el pintor. Cruz fue buzo de la marina en 1979 y después trabajó tres años como buceador profesional en el puerto de Barcelona. La inquietud del arte le había perseguido desde siempre y decidió dejar su empleo para montar un estudio de pintor.

Optó por el hiperrealismo y le dedicó más de una década. Siguió buceando y como "uno no puede interpretar lo que no conoce", decidió probar a crear sus lienzos en el fondo del océano. Han pasado quince años y ya ha expuesto en las galerías más selectas de la península, Alemania o Nueva York. "Cuando buceo siento tantas emociones que pensé que tendrían que tener un efecto sobre las pinturas", relata.

Empezó a probar sin saber que ya hubo quienes lo habían hecho antes. En estos años ha pintado viejas barcas hundidas, restos de grandes buques de guerra, bancos de peces o algas y plantas de colores y texturas imposibles. Ha visitado el Egeo, el Rojo, el Pacífico, el Cantábrico o el Mediterráneo. "El buceo y la pintura me apasionan, las dos actividades juntas son un cóctel irremplazable", concluye.