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Bucear en un arrecife de coral es como volar sobre una selva submarina en la que esponjas y peces de mil colores, gigantes bonachones como el tiburón ballena, tortugas marinas curiosas y delfines juguetones te dejan compartir su mundo de agua, luz y ruido. La Doctora en oceanografía por la Universidad de Miami, Sarah Frías, lleva más de 10 años visitando y analizando este Amazonas sumergido, pero cada día su trabajo consiste más en contar lo que se conserva en vez de contar lo que se descubre: en las últimas décadas se han perdido el 20% de los arrecifes coralinos del planeta y el 50% están al borde del colapso. La situación es dramática si se tiene en cuenta que estos ecosistemas solo cubren el 0,1% del fondo marino.
Los arrecifes de coral proporcionan recursos, tanto en pesquerías, como en turismo y en protección contra tsunamis y huracanes, valorados en todo el mundo en más de 375.000 millones de dólares anuales. Su muerte y degradación tiene, pues, gravísimas consecuencias.
Los corales hermatípicos o formadores de arrecifes son una simbiosis entre un animal y un alga. El pólipo de coral parece una medusa diminuta anclada en un cáliz o esqueleto externo de carbonato cálcico. En sus tejidos transparentes viven zooxantelas, algas microscópicas que ayudan a formar el esqueleto continuamente. Los pólipos forman colonias de miles de individuos que cubren los primeros milímetros de la superficie de la roca coralina.
MÁS QUE LAS SELVAS
Durante el día, las zooxantelas, que dan color al coral vivo, proporcionan nutrientes a través de la fotosíntesis, mientras que durante la noche, cuando los pólipos se alimentan de plancton, la colonia se convierte en una pared de diminutas bocas. Esta simbiosis ha evolucionado durante millones de años hasta formar enormes estructuras como la Gran Barrera Coralina de Australia, que es el único ser vivo que se puede ver desde el espacio.
Los arrecifes de coral son los ecosistemas más variados de nuestro planeta, superando en número de especies a las selvas tropicales, una biodiversidad que alberga posibles drogas contra el cáncer, el alzhéimer y enfermedades infecciosas. La estructura del arrecife ha coevolucionado con miles de especies y, al igual que en las selvas terrestres, cada especie tiene un nicho ecológico específico: planctívoros, herbívoros que limpian los corales de algas, car-
nívoros que se comen entre ellos y herbívoros y detritívoros que retornan los nutrientes al ecosistema. Así, el arrecife de coral puede congregar en un solo lugar miles de invertebrados, peces, tortugas y ma-
míferos marinos.
Los arrecifes de coral se encuentran exclusivamente en latitudes tropicales y, en su mayoría, en el mundo en desarrollo. El declive de estos ecosistemas únicos combina ingredientes de neocolonialismo, injusticia social y miopía política y burocrática. Los casi 7.000 millones de habitantes del planeta y sus cada vez mayores demandas energéticas y materiales son su gran amenaza. La sobrepesca, el desarrollo costero incontrolado, el vertido de las cloacas, los fertilizantes, los pesticidas y otras actividades humanas les acercan a la muerte. Y un arrecife muerto o degradado no es más que una acumulación de roca calcárea y algas cubiertas de limo y gelatina.
TEMPERATURA
El golpe de gracia se lo está dando el calentamiento global. Por una parte, un incremento sostenido de la temperatura del agua hace que los pólipos expulsen sus zooxantelas y adquieran un preocupante color blanquecino. Si no se revierte la situación, la mayoría de los corales mueren en pocas semanas. Sin embargo, el mayor problema es la absorción del exceso de CO2 (dióxido de carbono) por el agua marina. Este proceso reduce el pH, acidifica el oceano y limita la formación de carbonato cálcico. Según el Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático, si no se actúa de forma drástica contra el calentamiento planetario, los arrecifes de coral que hoy conocemos dejarán de existir en 40 años.
¿Hay esperanza? Sí, existen todavía lugares remotos en el mar Caribe y en los océanos Pacífico e Índico donde los arrecifes de coral son ricos y diversos. Los científicos han demostrado que áreas marinas protegidas bien gestionadas garantizan la supervivencia y rehabilitación de los corales y sus comunidades.
Todavía podemos salvar lo que nos queda.
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