El acorazado Alfonso XIII, fue el segundo de una serie de tres acorazados construidos en España a principios del siglo XX. En la Segunda República se le cambió el nombre por el de España. Los tres recibieron el nombre genérico del cabeza de serie, por lo que se les llamó los acorazados Clase España. Su construcción tuvo lugar en Ferrol.
Eran buques de bella estampa, con cubierta corrida, puente de mando, una sola gran chimenea al centro, un pequeño puente secundario a popa, dos mástiles en trípode, pequeño espolón, y las siguientes características: eslora 140 m, manga 24 m, puntal 12,74 m, calado 7,70 m, desplazamiento normal 15.700 t y 16.450 t a plena carga. Para la propulsión contaban con 12 calderas Yarrow de carbón, y turbinas que accionaban cuatro hélices, con una potencia de 11.270 CV a tiro normal y 20.000 CV a tiro forzado. Su velocidad máxima era de 19,5 nudos, con una autonomía de 7.500 millas a 10 nudos. Su coraza era de 23 cm en el centro de la faja baja, 15 cm en el de la media y 7,5 cm en el de la alta, que disminuía hacia los extremos hasta 10 cm en proa y 5 cm en popa. La dotación era de 850 hombres.
El armamento principal consistía en 8 cañones Vickers de 305 mm/50 calibres montados en 4 torres dobles, las más lejanas entre sí colocadas sobre la línea de crujía, una a proa y otra a popa, y las otras dos desplazadas de la línea de crujía, la de proa hacia estribor y la de popa hacia babor. Cada cañón pesaba 67,1 t y cada proyectil 385 kg, con 902 m por segundo de velocidad inicial, 21.500 m de alcance máximo, y un ritmo de fuego de un disparo por minuto. También montaban 20 cañones de 101,6 mm, 2 de 47 mm y 2 antiaéreos de 76 mm instalados en los años 20.
El acorazado Alfonso XIII se empezó a construir el 23 de febrero de 1910, siendo botado el 7 de mayo de 1913 y entregado a la Armada el 16 de agosto de 1915. Sus primeras misiones, fueron de vigilancia de las costas españolas durante la Primera Guerra Mundial. En 1920 efectuó un viaje de buena voluntad para mostrar el pabellón, con entrada en La Habana donde tuvo un gran recibimiento, ya que era el primer barco de guerra español que entraba en Cuba después de su independencia —con la excepción del buque escuela de vela Nautilus, que había entrado en 1908—. A continuación entró en San Juan de Puerto Rico donde tuvo otro gran recibimiento, y por último lo hizo en Nueva York. En noviembre de 1923 formó escuadra con su hermano el acorazado Jaime I y otras unidades de la escuadra, trasladando a Italia a los Reyes y al general Primo de Rivera. En septiembre de 1925, nuevamente junto al Jaime I y al acorazado francés París, participó en el desembarco de Alhucemas, recibiendo algún impacto sin ninguna consecuencia.
En 1931, con la llegada de la Segunda República su nombre fue cambiado por el de España, señalando así la continuidad de la nación con independencia del régimen político. Al mismo tiempo pasó a la reserva, fue amarrado en Ferrol con dotación reducida, se utilizó como depósito de marinería y poco a poco perdió capacidad operativa y artillera.
Al mantenerse leal a la República la mayoría de los buques de la Armada Española, el España se convirtió en un bien preciado para los nacionales. El estado del buque era de abandono, se le estaba usando como cuartel flotante y su capacidad operativa era mínima, pero su potencialidad estratégica era muy importante, máxime ante la grave carencia de buques propios. En pocos días se lograron recuperar dos de sus potentes cañones de 305 mm y seis de 101,6 mm, y dotarlo de las reformas mínimas necesarias para surcar los mares de nuevo, pero esta vez al servicio de los enemigos de la República.
El 12 de agosto de 1936 salió a la mar para operar en el Cantábrico acompañado del Velasco. Llevó a cabo misiones de bloqueo de la costa republicana, salvo en el paréntesis comprendido entre el 28 de septiembre y el 13 de octubre de 1936, en que la flota republicana, formada entre otros barcos por el acorazado Jaime I, hizo acto de presencia en el Cantábrico.
Tomó parte en el bombardeo de los tanques de combustible de Santurce y de diferentes objetivos terrestres en Guipúzcoa para forzar la rendición de San Sebastián, Irún y Fuenterrabía, en el apoyo al cuartel de Simancas, en los bloqueos directos a Bilbao y Santander, y en la captura de diversos barcos que transportaban material para el bando republicano.
Fue blanco de varios ataques, de los que el Abuelo —como cariñosamente se le llamaba— salió bien librado, como fue el caso de un torpedo lanzado por un submarino republicano, que hizo impacto en su proa pero no llegó a explotar, o ataques de la aviación enemiga que no dieron en el blanco. Pero su buena estrella se truncó poco después de las 7 de la mañana del 30 de abril de 1937, al chocar cerca de Santander contra una mina posiblemente fondeada unos días antes por el minador nacional Júpiter. Aquel día el España y el Velasco patrullaban por el Cantábrico cuando por el norte apareció un carguero inglés rumbo a Santander. El Velasco se dirigió a interceptarlo y el España maniobró para interponerse entre el carguero y tierra, pero en esa maniobra se acercó al cabo Galizano y entró en un campo minado.
El Velasco logró interceptar al carguero después de efectuar un par de disparos de aviso, ya que el mercante intentaba escapar, y cuando ya se apuntaba en el haber de los barcos una captura más, una gran explosión en el España puso fin a la caza. El Velasco abandonó su presa y se dirigió hacia el acorazado, que empezaba a escorar ligeramente.
El acorazado España dando la banda a babor mientras se hunde,
fotografiado desde el destructor Velasco
En el España sólo murieron cinco hombres por la explosión de la mina, el resto de la dotación fue salvada por el Velasco, que para ello se metió en el campo de minas, casi se atracó al moribundo acorazado, cuya escora aumentaba poco a poco, y tuvo que soportar ataques infructuosos de la aviación enemiga. Fue imposible detener la entrada de agua a bordo, y en menos de tres horas el Acorazado España se hundió a la vista de las personas que se habían concentrado en Galizano.
Desde entonces el acorazado se encuentra a 75 metros de profundidad, con la quilla hacia arriba. Tiene muy dañada la popa, codaste y timón, ya que esa fue la parte del casco que primero tocó fondo y sobre la que giró el casco antes de continuar hundiéndose. La proa fue la última parte del casco en sumergirse, y debido a las bolsas de aire que se acumularon en su quilla finalmente provocaron que saltaran grandes chapas remachadas que formaban el forro del casco.
Con su hundimiento, se cierra todo un capítulo de la historia naval española
Para las inmersiones que se realizan en este pecio es preciso utilizar Trimix como mezcla de fondo, Nitrox como mezcla de viaje y Oxígeno puro para las últimas paradas a menos de 6 metros para afrontar los largos periodos de descompresión a que se ve obligado el buceador. Es una inmersión complicada que requiere de un nivel muy alto de buceo técnico junto con el equipamiento adecuado, además de una gran preparación tanto física como psíquica. Alrededor del casco suelen formarse fuertes corrientes, que junto con las redes enganchadas en el casco, y la escasa visibilidad, pueden formar una trampa para el buceador.
Bucear en el España es una de las mejores experiencias que como buceador podemos encontrar en nuestro querido Cantábrico, y en Buceo Donosti no hemos querido dejar pasar la oportunidad de visitarlo para acercarnos un poquito más a un pedazo de la historia, de nuestra historia, en una suerte de hermoso viaje al pasado...