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Como cada primavera, ya ha empezado a poblar las aguas costeras el plancton gelatinoso, cuyos representantes más conocidos y temidos son las medusas. Este fenómeno natural, que se ha hecho más pronunciado en varias zonas debido a factores como la sobrepesca, podría ser algo más suave este año, al menos al principio del verano, debido a que las abundantes lluvias del invierno podrían acabar traduciéndose en un cambio en la salinidad de las aguas costeras.
Según explica Verónica Fuentes, del Instittuo de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona, un año lluvioso como este podría suponer una menor presencia de medusas al principio del verano, "pero al final, la barrera de agua dulce fruto de la escorrentía de los ríos y acuíferos también se diluirá". "Con la información con la que contamos hasta el momento no hemos podido correlacionar los resultados de avistamientos de medusas con ningún factor físico" prosigue Fuentes. A su juicio, "parece confirmarse que la salinidad, más que un efecto sobre la aparición temprana de medusas, puede tener consecuencias sobre la posibilidad de que determinados bancos de medusas que se encuentran en mar abierto puedan acabar siendo arrastrados hacia la costa".
La investigadora señala, por otro lado, que no se puede afirmar que las medusas estén llegando a las costas antes de tiempo en los últimos años. "La serie de datos de la que disponemos hasta el momento no nos permite decir si el incremento de temperatura o de salinidad en el mar Mediterráneo ha provocado una aparición más temprana de las medusas", asevera la científica del ICM.
Los expertos saben que los cambios en la temperatura y la salinidad, junto con la cantidad de alimento disponible, influyen en los ciclos vitales de los organismos planctónicos, pero por el momento desconocen de qué forma lo hacen en los miembros gelatinosos de este grupo de seres vivos. "En el ICM estamos haciendo experimentos para comprender mejor cómo influyen éstos y otros factores en la reproducción y proliferación de medusas", comenta por su parte la investigadora Dacha Atienza, miembro del mismo centro del CSIC.
Por ahora, algunos grupos como el de la profesora Jennifer Purcell, del departamento de biología marina de la Universidad Western Washington de Estados Unidos, ya han podido comprobar que el incremento de temperatura, la presencia de nutrientes y la irradiación solar, que favorecen la proliferación de algas unicelulares, son factores clave para el incremento de los pólipos situados en el suelo marino (bentos) que liberan pequeñas medusas al entorno. "Sin embargo no todas las especies de medusas se comportan de la misma forma; puede que en lugares distintos los factores ambientales que las afectan sean diferentes y afecten de otra forma a su reproducción y crecimiento", declaró recientemente en un congreso celebrado en Niza esta experta en plancton gelatinoso.
Otro factor que parece clave es el viento. Atienza explica que "una de las especies de mayor interés social por su picadura, la Pelagia noctiluca, llega a las costas por efecto de las corrientes y, por supuesto, de los vientos, principalmente gracias a las brisas que soplan del mar hacia la costa. "Hemos realizado análisis en los que hemos relacionado los datos de los avistamientos desde el año 2000 al 2007 con los datos de viento y hemos visto coincidencias significativas, aunque todavía falta profundizar sobre el tema", añade esta experta.
Pese a que son las picaduras lo que atrae la mayor parte de la atención sobre estos parsimoniosos pero sin duda voraces organismos, mucho más primitivos que peces, reptiles y mamíferos, sus efectos no se circunscriben al sector turístico. También pueden tener un importante efecto económico en la acuicultura (Irlanda registró la muerte de más de 250.000 salmones por un boom de Pelagia noctiluca); la pesca (sólo en las costas de Namibia hasta un 90% de las capturas pueden estar constituidas por medusas) e incluso en el tráfico marítimo, como lo demuestra el ejemplo del puerto de Tokio, que ha llegado a estar cerrado casi tres días por debido al colapso de los sistemas de refrigeración de los buques por la enorme masa gelatinosa aglutinada en su interior.
Fruto de las consecuencias de esta invasión silenciosa y del interés científico, la información sobre estos organismos es cada vez más consistente, aunque sigue siendo insuficiente.
En el caso de España, Fuentes indica que sólo se están realizando numerosos muestreos sistemáticos en la costa de Catalunya. De hecho, el ICM dispone de todos los datos que ha recogido la Agencia Catalana del Agua (ACA) desde el verano de 2000 en las zonas comprendida entre Roses y LEscala, Barcelona y Calafell y desde Salou hasta Cambrils, que son las que han sufrido más los efectos de las medusas en los últimos nueve años.
Sin embargo, los científicos consideran que parece que la Administración central, y en concreto el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, todavía no acaba de tomarse en serio el problema. Tanto Atienza como Fuentes aseguran que, más allá del llamado Plan Medusas, el conjunto de medidas de choque puesto en marcha en 2007 contra la proliferación de estos organismos en las costas españolas, "no se ha realizado ninguna acción más financiada por el Ministerio".
Estas investigadoras resaltan que, por lo tanto, siguen quedando compromisos pendientes en este terreno, especialmente en la parte que consideran más importante: el estudio en mar abierto de la abundancia, proliferación, desplazamiento y alimentación de las medusas.
En definitiva, todavía faltan por atar muchos cabos que permitan profundizar más en las causas de la proliferación del plancton gelatinoso, así como en los efectos que tiene este fenómeno en las costas españolas y de otros países. Mientras, los científicos que hace décadas trabajan en su seguimiento perseveran aunque la respuesta desde algunas instituciones sea magra y lenta.
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