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A las 10.30 de la mañana del 10 de marzo de 1895 el capitán de navío Sanz de Andino ordenó que el crucero Reina Regente tomara rumbo hacia Cádiz desde el puerto de Tánger, donde estaba fondeado. Nada hacía presagiar problema alguna en el orgullo de la flota española. El comandante del navío tenía órdenes de dirigirse a Cádiz para participar en la botadura del Carlos V desde el puerto de Tánger, a donde se había dirigido para llevar a una legación diplomática del sultán de Marruecos. En el Estrecho había ese día un temporal de poniente con vientos del suroeste de 50 nudos. El Reina Regente no debería tener problemas. Era un imponente buque de guerra que desplazaba 4.800 toneladas con 97 metros de eslora. Podía alcanzar los 20,7 nudos de velocidad con una autonomía de 12.000 millas náuticas. Frente a este orgullo de la construcción naval era poca cosa un fuerte temporal en el Estrecho a pesar de que alguno de sus comandantes anteriores habían alertado de la inestabilidad del buque. Se le habían montado cuatro piezas González Hontoria de 240 milímetros que le podían provocar una alteración en sus condiciones marineras. A pesar de que los astilleros ingleses de Thomson and Co y el ingeniero Nathaniel Barnaby habían aceptado colocar esos cañones en el navío.
El barómetro bajó hasta los 720 milímetros pero el Reina Regente inició su ruta hacia Cádiz hasta que desapareció. Nada se supo de su suerte ni de sus 412 tripulantes. El Mayfield y el Matheus declararon días después haber visto un buque como el Reina Regente que navegaba a 12 millas al noroeste del Cabo Espartel. Nada se sabe con certeza sobre la suerte del crucero español. Otros buques de la armada como el Isla de Luzón y la Atrevida lo buscaron entre los Bajos de la Aceitera y la punta Camarinal, al sur de las costas de Cádiz. Nada se supo. Aparecieron algunos objetos en las costas. Una caldera que podía pertenecer al Reina Regente está todavía varada en las playas de Zahara de los Atunes. Del trágico final del buque sólo se tiene la suposición de que los problemas de inestabilidad provocados por los cañones unido al temporal de poniente pudo haber provocado el accidente que hizo que el buque se perdiera "con cuerpos y bienes" como se reflejó en las actas de la época. Hay quien dice que pudo dejar la quilla al aire y "se pasó por el ojo" en expresión náutica. Un misterio. Las ministras de Cultura y de Defensa han anunciado en Cartagena que la Armada va a iniciar una campaña para la localización de los restos del Reina Regente. La existencia de posicionamientos dinámicos, submarinos autónomos, sónar de barrido lateral y otros adelantos permiten plantear el trabajo con posibilidades de éxito.
De hecho, el Malaspina ha descubierto lo que podrían ser los restos del Santísima Trinidad, el buque insignia de la armada española en la batalla de Trafalgar hundido cuando la flota del almirante Nelson lo remolcaba hacia Gibraltar. La majestuosidad de este buque, con cuatro puentes al que Benito Pérez Galdós bautizó como "el Escorial de los mares", convierte en un sueño su descubrimiento y posible rescate, tarea que ha sugerido la Universidad de Cádiz. Otros buques como el Fouguex, el Bucentaure, el San Francisco Javier y muchos más yacen en el litoral gaditano. La Junta de Andalucía ha decretado 56 yacimientos arqueológicos subacuáticos, 31 de los cuales en las costas gaditanas como Punta Candor, La Caleta, Chapitel y Trafalgar. No es casualidad que esté en Cádiz el Centro Andaluz de Arqueología Subacuática. Precisamente en La Caleta, donde a lo largo de la historia los vecinos de La Viña y buzos desaprensivos han sacado todo tipo de restos romanos, púnicos e incluso piezas de buques de la batalla de Trafalgar. La necesaria combinación de unidades de la Armada, con sus medios técnicos, del Ministerio de Cultura y de la Junta de Andalucía con sus especialistas puede devolver a la vista de la gente la vida de tantos buques que un día se tragó la mar.
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